sábado, 31 de marzo de 2012

Sexo a la española: Columna 1: Quiero ser como Sam

Como ultimamente no se me ocurría nada para actualizar y como he estado viendo Sexo en Nueva York, he decidido crear unos personajes, completamente ficticios, y escribir algo parecido a la columna de Carrie Bradshaw. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Los hechos serán narrados desde el punto de vista del personaje principal de la historia, Lisa, una joven columnista de buen corazón y dedos rápidos. ¡¡Espero que os guste!!

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A menudo, mi amiga Liz y yo, hablamos de lo mucho que nos gusta la forma que tiene nuestra amiga Samantha de ver la vida y repetimos una y otra vez la frase: “Yo de mayor, quiero ser como Sam” Por eso, (y porque es su cumple) mi columna de hoy va dirigida a ella, a esa gran persona que nos intenta enseñar a ver la vida desde otra perspectiva, que nos alienta a cambiar, que nos empuja a ver el lado divertido de las cosas y que siempre, pase lo que pase, está ahí cuando de verdad se le necesita.

Vivimos en una época en la que las relaciones humanas parecen haberse estigmatizado. Las relaciones monógamas es lo que parece estar de moda.

A las chicas como yo, que ya rozamos la treintena, nos han metido en la cabeza desde niñas que lo ideal en la vida, la única forma de tener una estabilidad, tanto económica como emocional, es conocer al hombre maravilloso que englobe en una sola persona al marido perfecto, el amante más apasionado y al mejor padre para nuestros hijos pero ¿realmente es esto lo que queremos?

Por la forma en la que me han educado, quizás por ser una hija nacida a destiempo, por ser la hermana pequeña o por ser de pueblo, siempre he aspirado a casarme y tener hijos. Con el tiempo mi propio carácter se ha ido desarrollando y mis ideales distan ya mucho de los cánones establecidos, de las pautas que otras mujeres de mi familia han marcado.

¿Es siempre la mejor forma de vivir aquella que nos resulta más cómoda? ¿Puede un solo hombre reunir todas las facetas que una mujer de nuestro tiempo necesita?    

Mi amiga Sam es profesora y es una detractora acérrima de los juguetes específicos de cada sexo. Me explico, ¿Por qué regalar a la niña para navidad el típico carrito de limpieza con escoba, fregona y cubo? ¿Porqué los coches de carreras tienen que ser siempre para los varones? ¿No es mejor que cada niño juegue con lo que le guste y no encargarnos los mayores, de marcar su orientación sexual o de inculcarles un rol ya desde que son pequeños?

Liz y yo intentamos seguir sus pasos en cuanto a relaciones se refiere, poco a poco, hemos pasado de la teoría, sí, las largas tardes de charlas en mi casa, a la práctica. Nos hemos saltado a la aventura, nos hemos soltado la melena y estamos viviendo una vida que jamás podríamos haber pensado que estuviera a nuestro alcance.

Como ya he dicho Sam es profesora, además también es fotógrafa y es lo que nosotras definimos como “un culo inquieto”.

Vive su vida a caballo entre el insti, el estudio donde fotografía y las salidas. A veces creo que pasa más tiempo tras el volante de su Volkswagen New Bettle , que en su propia casa. Tiene una vida intensa, nunca puede parar, siempre tiene que estar haciendo cosas.

Es sin duda su carácter independiente lo que me más envidio de ella. No necesita de nadie para hacer lo que quiera o ir a dónde quiera. En fin, me estoy yendo por la tangente y no se trataba de esto.

Liz y yo solíamos ser muy sosas y Sam es puro desparpajo, poco a poco hemos ido aprendiendo de ella, que no debemos engancharnos a un hombre, que éstos son de ida y vuelta, que nosotras marcamos las pautas y si no nos gusta lo que nos ofrecen: “pues ahí tienes la puerta”. Nos costó asumirlo pero, finalmente, lo hemos conseguido.

Siguiendo las directrices de nuestra heroína, mi amiga y yo nos hemos lanzado a la aventura del amor y el sexo desenfadado, sin compromisos, el amor es libre y no tenemos porque encasillarlo o tratar de ponerle límites.

Siempre se ha dicho que de una boda siempre sale otra, pues bien, como no podía ser de otra forma, Sam conoció a su actual novio en una boda y lo suyo ha sido casi una historia de cuento de hadas.

Ella, una joven hermosa, de corazón indomable y mentalidad libre y él, un guapo oficial de uniforme blanco y ojos azules.

Como si de un relato pensado por mi sobre mi serie favorita de televisión se tratara, mi amiga y su oficial de ojos azules vivieron una intensa relación desde el principio, con altibajos y largas separaciones, que al final, han visto como, con paciencia, y dedicación, los dos han conseguido llevar a buen puerto.

La historia de Liz es sin duda diferente. Ella conoció a Jericho de manera accidental, y nunca mejor dicho.

En un día como otro cualquiera en la inmensa librería donde trabajaba organizaron una lectura de libros en el que, el famoso autor de novelas eróticas Anthony Mackenzie leería para sus fieles admiradoras, (ella la que más) diferentes pasajes de su última novela “La condesa desnuda”.

Mi amiga estaba emocionada como una niña el día de Reyes, nos había invitado a Sam, a mí y a otras amigas, al que, según ella, sería el acontecimiento literario del año, y al que nosotras, aunque fuera por la fiesta y la barra libre de después, accedimos ir.

Y allí estábamos nosotras viendo como Liz corría de un lado a otro histérica ultimando los detalles cuando de repente se da de bruces contra un metro noventa de hombre, de pelo y tez tostada por el sol y profundos ojos negros.

Le miró de arriba abajo sintiendo un latigazo de emoción recorrer todo su cuerpo.  Era total y completamente irreal, parecía sacado de una escultura griega, el pecho musculado, los abdominales perfectamente definidos.

Sam y yo no podíamos salir de nuestro alucine, ¿de verdad nuestra amiga acababa de “comerse” a su escritor favorito?

Nuestro estado de flipe no hizo más que aumentar cuando vimos como el guaperas de Anthony  leía los pasajes más húmedos de su novela sin apartar la vista de nuestra acalorada amiga, quien, tres Cosmopolitan y unas cuantas horas después se comía, ahora sí literalmente, a su dios griego particular.

En cuanto a mí…conozco a David desde hace tanto tiempo que ni siquiera puedo recordar cuánto. Él siempre ha estado ahí, en los buenos momentos, en los malos momentos.

Tenemos una relación tan sólida como atípica, una extraña amistad cargada de tensión sexual que parece sacada del mejor guión de cine.

Nunca me había planteado tener nada con él que fuera más allá de nuestra idílica amistad, nunca…hasta que hace cinco años nos vimos obligados a separarnos por cosas de la vida y entonces me di cuenta que no le echaba de menos de la misma forma que a mis otros amigos, que la dependencia emocional que tenía de él era tan fuerte que a veces me resultaba insoportable. Tras muchos quebraderos de cabeza, acabé por admitir, casi sin querer, que estaba atrapada en el típico tópico de “pillada por mi mejor amigo”. Qué absurdo.

Después de un conato de relación fallida en la que no llegamos a cruzar los límites físicos y una conversación un tanto ambigua los dos habíamos pactado algo: Yo le esperaría, y él se encargaría de que esa espera no fuera muy larga.

Soy consciente de que mis amigas no entendían ese pacto, que en ocasiones, incluso a mí me parecía absurdo. Sam lo dijo “Lisa, no tenéis quince años”.

Por eso un buen día me animaron a divertirme un poco. Una tarde como otra cualquiera de capuccinos y  confesiones, Sam y Liz ( a la que habíamos tenido que despegar de su escritor prácticamente con agua caliente) plantaron en mi cabeza una semilla que no tardaría en germinar.

“Nadie ha dicho que mientras esperas al príncipe, no puedas besar a otras ranas”, dijeron y me di cuenta de que tenían razón.

¿Porqué ser fiel a un hombre que no sabía si me lo era a mí? Total, no es como si fuera  a casarme con el primero que me dijera algo bonito, solo iba a divertirme.

Por eso, un sábado por la noche salimos las tres dispuestas a comernos el mundo, más bien a que yo me comiera el mundo…o lo que surgiera.

Cuando ya mis ánimos comenzaban a estar bien elevados y mi ego por las nubes gracias al vodka que corría por mis venas, alcé la vista y le vi.

Sentado en un taburete frente a la barra, Richard me miraba con unos profundos ojos azules que brillaban tras unas finas ganas con monturas al aire que le daban un aire intelectual y sexi que pusieron a mis hormonas en posición de ¡firmes!.

Tras una o dos (puede que tres) copas, doscientas cincuenta sonrisas y cuatrocientos veinte guiños de ojos Rick me invitó a bailar….y bailamos, y bebimos y lo siguiente que recuerdo es su lengua llegando a mi garganta y sus fuertes brazos llevándome a su cama.

A la mañana siguiente me desperté y me marché, fue divertido eso de besar ranas, y seguí haciéndolo.

Ahora, sé que sigo enamorada, y que seguiré esperando a que sea David quién me lleve en brazos a su cama, pero gracias a mis amigas, ya no sufriré  la soledad del que espera sin saber qué o cuánto va a tardar.

Este es pues la historia de tres chicas, que aunque sea de forma diferente y con pensamientos diferentes, perseguimos el mismo objetivo: encontrar el amor, encontrar a alguien que nos quiera y nos haga ver la vida en color…rosa maquillaje.

Así concluye esta columna, que acabó siendo  más bien un relato, dedicada a una de mis mejores amigas en el mundo, con un poco de realidad, unos toques de fantasía, un halo de esperanza pero sobre todo mucho amor.

¡Feliz cumple Sam!

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