miércoles, 21 de agosto de 2013

Aceptando decisiones


¿Cuántas veces tiene una persona que equivocarse hasta que encuentra a su media naranja? ¿Existe realmente una mitad perfecta para cada uno? Si me he equivocado tantas veces, ¿porqué lo sigo intentando? ¿Soy masoquista?

Todas estás preguntas saltan dentro de mi cabeza desde que, hace unas semanas rompí mi, hasta entonces, idílica relación con Nathan el simpático.

¿Os acordáis? Le conocí en una noche del verano pasado. Una noche en la que mis amigas y yo habíamos planeado simplemente encontrar un revolcón para pasar unas horas. Pero no contaba con que el mío fuera a ser un hombre encantador, que me enganchó rápidamente a su forma de ser, que me hizo olvidar mi no relación enfermiza con David durante el tiempo que estuvimos juntos.
11 meses. Once maravillosos meses que pasé a su lado. Nathan era un hombre divertido, sin grandes problemas, sin muchos agobios, exitoso en su trabajo y generoso con los demás. A mí, me ganó en unas horas y a mis amigas se las metió en el bolsillo en un par de días. Era genial.

¿Qué salió mal? Si tuviera un euro por cada vez que me he hecho esa pregunta, sería rica, riquísima. No lo sé. Sam piensa que se nos apagó la llama, que nuestra relación se convirtió en rutina, que dejó de ser una novedad y pasó a ser una más de tantas...Pero no sé si tendrá razón. Nada con Nathan era rutinario.
Pasábamos días de ensueño en carísimos spa de lujo, hacíamos escapadas de fin de semana a lugares preciosos. Era atento, un amante complaciente e imaginativo entre las sábanas, cada uno de nuestros encuentros íntimos era completamente diferente al anterior. ¿Rutina? No supe lo que significaba esa palabra en los últimos once meses.
Pero entonces le llegó una gran oferta de trabajo. Su editorial iba a abrir una nueva sucursal en Dublín y querían que él estuviera al frente. Entonces se nos planteó la gran encrucijada. ¿Le quería tanto como para irme tras él a otro país? ¿Estaba preparada para dejar mi vida, a mi familia y mis amigos por correr tras una relación? No, no lo estaba. No lo estaba cuando Nathan me lo propuso y no lo estoy ahora. Pero tampoco lo estaba para afrontar lo que su marcha supondría en mi vida.

No llegué a darme cuenta de lo muy enganchada que estaba a él hasta que se fue.
Me pasé noches enteras llorando, días sin ganas de nada. Mis amigas trataban día tras día de sacarme de casa pero no, no me apetecía. ¿Qué iba a hacer? ¿Ir a tomar capuccinos con ellas? Eso no se podía comparar a ver una mala película con Nathan en su sofá.

Sam me llamaba cada día para contarme cómo iba su nuevo romance. Lo del hippi del verano no pasó de eso, una aventura de vacaciones.

Al llegar el invierno el amor volvió a tocar en la puerta de una de mis mejores amigas. Ansiaba una vida estable, ansiaba un hombre que la amara como era, que la supiera entender, que no quisiera cortarle las alas a la mariposa que llevaba en su interior y, como sucede en los mejores cuentos de princesas, él apareció cuando menos lo esperaba.
El atractivo cocinero de su restaurante favorito le hacía ojitos desde hace mucho tiempo y un día, así, sin más, se acercó a ella y hablaron durante horas, despertando de nuevo en Sam el gusanillo, las ganas de tontear con un chico, de sonreír sin motivo, de tocarse el pelo mientras él la mira embelesado.
Kevin era un latino auténtico, era guapo y galante y sabía cómo conquistar a una mujer por el oído, y por el estómago.
Yo andaba un poco perdida y tardé en conocerle, pero a Liz le gustaba mucho. Le maravillaba la forma en que trataba a Sam y lo feliz que lucía ella a su lado. Le tocó esta vez, darle el visto bueno y mejor, yo ya la había pifiado una vez.

En cuanto a Liz. Su historia con el vicioso veraniego se volvió un tanto rocambolesca y ella acabó por cortar por lo sano cuando le propuso que se uniera a su aquelarre de vampiros.
Entonces decidió que era mejor dejarse ir. Que no quería a más tipos raros en su vida. Se centró en su negocio, en su familia, y en nosotras. Hasta que un día, sin más un enigmático moreno de profundos ojos negros cruzó el umbral de su librería.
Adam era el hombre más alto que habíamos visto, en directo, nunca. Me imagino que debía medir por lo menos dos metros. Y era fuerte, de ancha espalda y modelados bíceps. Tenía un atractivo casi animal. Parecía que sería capaz de morderte solo por decirle “hola” en un tono un poco alto. Era posesivo y rudo pero resultó ser un trozo de pan. Sí queridos lectores, un trozo de un riquísimo pan.

Adam el salvaje resultó ser un padre de familia. Tenía un pequeño clon suyo de seis años que se ganó rápidamente el corazón de Liz y el mío y el de Sam y el de todo el mundo con sus grandes ojos claros y su bonita sonrisa sincera.
Me enteré de todo esto ya tarde. Sam llevaba casi tres meses saliendo en serio con Kevin y Liz cerca de cuatro con Adam cuando por fin me digné a quedar con ellas en nuestra cafetería de siempre para que me tiraran de las orejas y me pusieran al día.

¿Qué impulsó el cambio? Una llamada de teléfono a la que no respondí y otra que me llegó desde un lejano país.
Me había ido de vacaciones, a regañadientes, unos días con mi familia. Descanso, lectura, desconexión, todo iba bien hasta que, los fantasmas de mi pasado salieron de nuevo a la luz.

David y yo teníamos una relación de amistad de nuevo muy cordial desde hacía casi un año. Ambos nos tragamos el orgullo y las cosas iban bien. Hasta una tarde en la que me llamó y yo, no respondí al teléfono.

En mi defensa puedo alegar que estaba en la ducha, y que todavía no estoy tan enamorada de mil móvil como para invitarle a ducharse conmigo. Imposible contestar y David, no sé porqué motivo, se lo tomó muy mal.

Y durante casi una semana no supe de él. Volví de vacaciones y me trató lo más fríamente que pudo cuando le fui a saludar a su casa. Y así día, tras días hasta que, como mismo se enfadó, que le quitó el enfado y vino a casa.

Eran un mal día para mí y llegó con su sonrisa arrogante y sus tonterías para hacerme reír como si nada hubiera pasado pero, pasó y tristemente tengo buena memoria, o al menos mejor que la de él cuando se trata de nosotros.

En esa ocasión yo estaba enfadada y eso le enfureció de nuevo y...!vuelta a un año atrás cuando apenas nos hablábamos!
Entonces cuando peor estaba, cuando más ganas tenía de romperle la cabeza contra un bloque a ese cretino ignorante de mis sentimientos, a ese que alardeaba de mejor amigo pero a la hora de la verdad había demostrado no tener ni la más mínima idea sobre mí, en ese momento sonó el teléfono.
L: ¿Diga?- respondía cautelosa al no reconocer el número.
N: !Buenos días preciosa!- y ahí estaba, tras el hilo telefónico actuando como un bálsamo para mi alma, la sensual voz de Nathan.
L: !Ey guapo!- respondió notando como mi humor cambiaba rápidamente- No esperaba tu llamada.
N: Me intereso por mis amigos ¿sabes? Y hace mucho que no sé de ti, ¿estás bíen? - su voz cargada de sincera preocupación me desestabilizó por completo.
L: Lo siento Nathan, lo siento muchísimo...fui, una completa idiota y ahora...te echo de menos.
N: Yo también a ti princesa, no llores por favor, tomaste una decisión y ya está, no te guardo rencor, todo está bien.
L: ¿Estás bien en Dublín?- pregunté cambiando rápidamente mi actitud, él no se merecía una escenita por teléfono.
N: Es una ciudad encantadora, tengo un loft impresionante con unas vistas que te encantarían nena- añadió haciéndose el chulito como sabía que me encataba.
L Sí...seguro que me gustarían y oye, ¿es cierto que sales a la calle y todos los irlandeses son morenos de ojos increíblemente azules y se parecen a Pierce Brosnan? - oí una carcajada al otro lado y no pude contener la mía propia- !No te reías! !Sabes que me encanta!
N: Siento desilusionarte pequeña, pero no...aquí el único morenazo de ojos azules soy yo.
L: !Pues vaya decepción!
N: !Oye! Qué te encantaba...
L: Y me sigues encantando...- respondí sincera.
N: Escucha Lisa, no tengo mucho tiempo, tengo que volver al trabajo solo quería saber qué estabas bien y contarte algo.
L: Dispara- ahora es cuando me decía que se había enamorado de una guapa irlandesa que podría ser la hermana gemela de Pierce Brosnan y me terminaba de romper el corazón.
N: Me voy a Estados Unidos.
L: ¿Qué? !Eso está aún más lejos que Irlanda? ¿Qué has hecho para que te destierren así Nathan?, te dije que te portaras bien.
N: Nada tonta, es un ascenso. La oficina aquí está casi lista y me mandan a montar otra en Nueva York.
L: Uau...¿Nueva York? ¿En serio? !Ya me avisarás cuando seas tú quien publique los libros de Richard Castle!- dije bromeando para quitarle hierro al asunto- Me alegro muchísimo por ti, te lo mereces, eres uno de los mejores editores que conozco, tal vez un día me publique tu editorial un libro.
N: Sabes que lo haría ya mismo, siempre me ha parecido que eres muy buena.
L Y tú sabes que aún no estoy en ese punto, me gusta lo que hago.
N: Bueno...cuando quieras...y nena, sabes que Richard Castle no existe por más que digas que tú has leído sus libros- respondió siguiendo mi broma- y cuando quieras puedes venir a verme a dónde quiera que esté...voy a estar unos días ahí..tengo que pasar por la central a por unos papeles y...¿te gustaría que nos viéramos?
L: ¿De eso se trata? ¿Vas a estar en la ciudad y quieres un revolcón? - dije pícaramente y !Dios cómo me apetecía!
N: No...sabes que no, solo es que, necesito verte...pero si ya estás con alguien o sigues queriendo ser una chica mala y meterte en la cama cada día de uno diferente o lo que sea yo...lo entenderé.
L: No hay nadie...tranquilo, yo también quiero verte. Estos meses han sido un infierno.
N: ¿Te aviso entonces?
L Claro...te espero y Nathan...- le dije antes de colgar- Yo te quería eso solo qué...

Y así, súbitamente y como pasan las cosas que no esperas, de la misma forma que Sam se enamoró del cocinero de su restaurante favorito y Liz encontró a un hombre maravilloso con cara de perro rabioso, yo lo supe. Supe porqué no me había a Irlanda con el hombre más maravilloso que se había cruzado en mi camino.

No estaba preparada para renunciar a mi independencia. A ese estado de plenitud que tanto me había costado conseguir. Siendo la pequeña de una gran familia siempre estuve muy arropada, muy protegida. No podía dar ni un paso sin que alguien estuviera ahí pendiente de que no me cayera. De que no cometiera ningún error, de que no me hicieran daño.
Había estado durante mucho tiempo en una enorme burbuja de metraquilato. Rodeada de mucha gente, sobre protegida en exceso hasta que me rebelé y grité !!se acabó!!.
Tenía un trabajo que no me reportaba grandes ingresos pero sí los suficientes para alquilar un apartamento pequeño, pequeñísimo, y comenzar a vivir mi propia vida.

Me costó muchos años aprender a conocerme a mí misma, perfilar mi propio carácter sin las influencias de las enseñanzas que tenía tan arraigadas. Me costó, pero finalmente lo conseguí.

Por eso me asusté cuando Nathan me propuso irme con él. Yo en Irlanda no tenía nada, no tenía trabajo, y si lo conseguía sería trabajando con o para él. No tenía casa,a o sí, un loft impresionante con unas vistas maravillosas, pero sería SU loft, no el mío.

Y por mucho que lo quisiera y por muy gratificante que fuera estar con él, no estaba preparada para volver a perderme en otra persona que no fuera yo misma.

La llamada de Nathan me hizo recapacitar. Me dio alegría y fuerza. Seríamos amigos, buenos amigos con beneficio cada vez que él estuviera por aquí y los dos estuviéramos libres.

Mientras...quedé con las chicas, aguanté la bronca, me pusieron al día e hicimos planes. Ellas querían ayudarme a encontrar a un nuevo amante esporádico pero yo prefería estar tranquila un tiempo, disfrutar de encuentros casuales cuando Nathan estuviera por aquí o yo fuera a verle y si aparecía algo, bien pero no iba a buscarlo. Ya no más.
Me cansé de la eterna búsqueda de la media naranja, de hacerme ilusiones que después yo misma me encargaba de matar. Quería disfrutar de mi independencia, de estar conmigo misma, visitar a mi familia y estar con mis amigas. Ahora mismo no necesitaba a ningún hombre en mi vida.


                                               Agosto 2013 Lisa




PD: Como siempre digo, estas historias que escribo son en parte realidad y en parte ficción, aunque si tuviera que hacer un porcentaje diría que son 90% ficción 10% realidad, si alguien al leerlo se siente identificado con algún personaje o situación o tiende a darse por aludido, no es cosa mia, no está en mi mano controlar a mis lectores. 

   

martes, 18 de junio de 2013

El renacer del Ave Fénix



Ha pasado mucho tiempo desde que publiqué mi última historia. Y la vida no ha parado de dar vueltas, el mundo ha seguido girando a mi alrededor, la luna y el sol brillando sobre mi cabeza mientras yo sentía que todo estaba mal. Mientras una densa niebla se apoderaba de toda mi existencia. Por eso dejé de escribir, porque nada tenía sentido para mí, porque todo era negro, ¿qué iba a contar? Nada. No tenía absolutamente nada para compartir con vosotros.

Pero ahora todo ha cambiado, sí la vida ha vuelto a girar, mi mundo ha vuelto a su lugar y ahora me siento con fuerzas y ganas para volver a compartir con el mundo ese don que mucha gente piensa que tengo. Ese que yo no veo, pienso que cualquier persona puede conjugar bien un verbo y un predicado, añadirle un poco de imaginación y conseguir un buen texto. Sin embargo no todos podemos pintar un cuadro o resolver una complicada operación matemática.

!Uy! Si algo no ha cambiado en todo este tiempo es lo que me gusta irme por las ramas. En fín, Lisa, céntrate.

La última vez que os conté algo fue cuando me amenazaban aquellos extraños sueños sobre marcharme lejos y dejar a David atrás, pues bien. Finalmente lo hice. No en el sentido literal, no me he ido del lugar donde vivo, aunque todo se andará. Pero sí que le he dejado a él atrás.
Simplemente me cansé. Me cansé de esperarle, de sus tonterías, de sus ahora sí, ahora no, ahora espérame un poco que no estoy preparado. Me cansé de ser siempre la última cosa en su lista de prioridades, de que cualquier persona recién llegada a su vida fuera más importante para él que yo. Me cansé de sus desplantes, de que se pasara días, semanas, meses, sin hablarme sin ningún motivo y me cansé sobre todo de que eludiera una vez, tras otra, tras otra, mis intentos por solucionar las cosas. Un día simplemente me dije a mí misma: “esto se acabó” . Y esta vez no se lo hice saber.

Me limité a seguir su juego, bien, a esto de ignorar podemos jugar dos. No estás solo en esta partida chaval. Yo también sé jugar, y créeme, la victoria es mía.
Así fue como pasé de pasiva a activa en esta historia, tomé las riendas de mi vida, salté de observadora a protagonista. Y ¿sabéis qué? Funcionó.

Cada día me encargaba de tener planes. Las chicas volvían a estar libres como pajaritos. ¿Qué pasó con ellas?

Sam rompió definitivamente su relación con aquel marinero de agua dulce que resultó más una rana que un príncipe de mirada azul. Los detalles no es algo que me apetezca reproducir aquí pero solo diré que mi amiga resurgió de las cenizas como el Ave Fénix, más fuerte, más decidida y más libre aún si cabe y se puso su nueva chupa de cuero rosa (regalo nuestro, of course) y se subió a una moto bien abrazaba a un pedazo de hombretón que, desde mi escaso 1.67, a mí me parecía un gigante. Pero que después era culto, era tierno y cariñoso, era todo lo que ella se merecía. Alguien que la tratara como a la princesa que era.

Pero sin embargo el idilio tampoco salió bien...Sam se había vuelto inconformista con los hombres, y tras verla volver a caer y volver a levantarse, le dimos un consejo: !se acabaron los hombres para ti, al menos en relaciones estables, de aquí en adelante ahora, seremos tres solteras en busca de diversión, de placer, de risas, ya no más tres tontas en busca del amor eterno!.

Y sí, leen bien, !tres solteras! A nuestra tercera en discordia, Liz, su romance con el escritor de novelas eróticas no le salió rentable. Él era buen tipo sí, pero viajaba constantemente y siempre estaba asediado por mujeres en busca de que les firmara un autógrafo en los lugares más insospechados de su anatomía, o les leyera algún caliente pasaje de una de sus novelas. Los celos estaban consumiendo, casi literalmente, la vitalidad de mi amiga y Sam y yo tomamos cartas en el asunto. !Se acabó el escritor por muy bueno que fuera en la cama!.

Así fue como nos vimos, a principios del verano pasado. De nuevo solas, de nuevo decididas a empezar de cero, y lo más importante, de nuevo juntas.

Vestidas, maquilladas y dispuestas como si volviéramos a ser ventiañeras, nos apuntamos a la fiesta en al playa que suponía el pistoletazo de salida del verano.

Sam estaba radiante y pletórica, dispuesta a comerse el mundo o lo que se terciara. Su amigo de pilas ya no le era suficiente. Necesitaba un amigo de verdad, uno de carne y hueso, uno que te abrazara después de hacerte tocar el cielo....espera, espera, !!nada de abrazos!! aquí te pillo, aquí te mato y después tú a tu casa y yo a la mía. ¿Acaso no era eso lo que acordamos? Solo diversión y placer, nada de enamorarse de nuevo.

Una vez aclarados todos los puntos del contrato, Sam le echó el ojo a un moreno de profundos ojos negros que no paraba de hacerle carantoñas desde el otro lado de la pista de baile. Dando un par de pasos de salsa que ya habría querido Chayanne en aquella película, el elegido llegó hasta nosotras. Tendió la mano a mi amiga y desaparecieron entre el resto de los bailarines. Se movían con agilidad, perfectamente sincronizados haciéndonos pensar a Liz y a mí que si eran así en todos los aspectos, sí que iban a pasar una noche divertida.

Mientras Sam se movía por la pista como Nemo en el agua, Liz no paraba de parlotear sobre lo último de su ex-novio, al que seguía los pasos en Internet. Cosas del trabajo decía, sus libros siguen llegando a mi librería. !Y una mierda! Me estaba sacando de mis casillas, yo también había pasado por esa fase, donde David era la palabra que más salía de mi boca, era una forma de terapia que consistía en nombrarlo tanto hasta que te aburriera el tema. A mí, no me funcionó, y estaba segura de que a ella tampoco, así que le puse otro vodka con limón en la mano y la hice callar señalándole con la cabeza al atractivo moreno de pelo largo y perilla que nos miraba. !Para tí guapa! !lo mio son los morenos de pelo corto y solo en la cabeza!. Y le he echado el ojo a uno justo allí...y desaparecí.

El moreno en cuestión se llamaba Nathan y tenía un atractivo extraño. No era excesivamente guapo, ni cachas, pero tenía un no sé qué que me trastornó con solo decirme “!Hola”! Con aquella hipnótica sonrisa y aquellos ojos azules en los que fui capaz de perderme durante horas, y horas. Las que pasamos charlando, riendo, era divertido, extremadamente divertido y podría jurar que mis risas se habían oído en toda la fiesta, desde la terraza hasta el restaurante y puede que incluso la playa.
Esa por la que paseamos mientras me tomaba por la cintura. La playa siempre había tenido un significado especial para David y para mí.

Fue en una donde intenté dar el paso por primera vez y él me dejó en pause durante más de un año, era en una donde íbamos a comer gominolas y contarnos nuestros problemas, bueno, mejor sería decir a qué yo le contara mis problemas, él jamás hablaba de sí mismo. Al menos no conmigo pero ¿qué estoy haciendo? ¿Qué pinta David aquí? Hablaba de Nathan, del enigmático, atractivo y divertido Nathan.

La noche derivó en charlas y risas y besos bajo la luna y después nos fuimos a su casa. Eso era algo que me había enseñado Sam tiempo atrás, cuando me iniciaron esto del noble arte del sexo por sexo. Nunca, jamás, lleves a nadie a tu casa, no se sabe si es un pirado. ¿Y si lo es no es peligroso que vaya yo a la suya? Bueno, en cualquier caso, Nathan no parecía un pirado. Tenía un punto de locura, sí, pero de la buena, de la que te hace reír. ¿He dicho ya lo divertido que era?

En su casa la noche fue todo lo que se podía esperar de un hombre como él, que además de todo lo que he dicho antes, también era imaginativo. El hombre vivía en un apartamento en lo más alto del más alto edificio de la ciudad. No sé a qué se dedicaba, pero fuera lo que fuera, debía irle genial.
Al cruzar por aquella puerta tuve la sensación de estar entrando en el lujoso loft en Nueva York del protagonista de mi nueva serie favorita, !pues menos mal que no le había llevado a mi nido de ratas!
Nathan era como amante todo lo que siempre había soñado y mucho más. De los que se preocupan antes por el placer de su compañera que por el suyo propio me llevó de su mano por un sin fin de sensaciones hasta ahora desconocidas, besando y tocando, acariciando y chupeteando en lugares de mi propio cuerpo que yo no sabía que existían.

Haciéndome tocar el cielo nada menos que en cuatro o cinco ocasiones y dejándome luego quedar a dormir en su enorme cama y, aunque al principio de la noche dije a Sam que no, también envuelta en sus fuertes brazos, con su corazón latiendo acompasado al mismo ritmo que el mío. Su fuerte respiración en mi nuca, sus manos cálidas sobre mi abdomen...me quedé tan dormida como un bebé.

Me despertó el incesante sonido de mi móvil que sonaba desde no sé dónde. Por un momento la sintonía de Remington Steele que usaba como melodía se me antojo una tortura. !Yo no quería despertarme!

De repente la extremadamente sensual voz de mi nuevo amante susurró a mi oído: “nena, tu teléfono, habla mientras te hago el desayuno” y me besó antes de desaparecer por la puerta de su dormitorio.

Cuando encontré el dichoso aparato y vi la foto de Sam parpadeando en la pantalla la memoria volvió a mí de golpe. Antes de salir anoche acordamos que si nos separábamos quedaríamos al día siguiente a las diez y media en la cafetería de siempre para ponernos al día. ¿Qué hora era?
S: ¿Dónde estás metida? Liz y yo llevamos esperándote más de una hora. ¿Se te volvieron a pegar las sábanas dormilona? - por todos es sabido que de las tres yo era la que menos aguante tenía.
L: Estoy en casa de Nathan, me está preparando el desayuno y no pienso dejarle plantado para ir a tomar cappuccinos con vosotras, lo siento chicas.
Liz: !Eres una traidora! !No podíamos quedarnos a dormir! !Era parte del trato! Cada mochuelo a su olivo Lisa, fue tu maldita idea.
L: Shhh no me ladres que me duele la cabeza. No había planeado quedarme pero...nada que me quedo, os invito a merendar y os lo cuento todo ¿vale?- y sin más colgué y apagué el móvil. Nadie iba a cargarse mi fantasía del desayuno en la cama preparado por un perfecto príncipe azul, aunque hubiera sido idea mía.

El desayuno fue idílico y la separación traumática. Me habría quedado allí para siempre, para toda mi vida en aquel castillo con aquel caballero.


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Ni que decir tiene que el platón me había costado una merienda más que consistente. Helados, cafés, donuts y no sé cuántas cosas más. !Par de sanguijuelas!

Nos pusimos al lío. Sam nos contó que su bailarín era muy diestro también en las artes amatorias, que era muy hippi y vivía en una autocaravana, que casualmente tenía aparcada por ahí cerca y que quizás, después de sablarme en la merienda, pasaría por allí a por más diversión y placer. Al parecer el hippi era muy imaginativo sí, pero no vivía en un pisazo y no era divertido como mi Nathan...

Cuando llegó el turno a Liz, casi nos caemos al suelo perplejas. Resulta que su amiguito el de la perilla se hacía llamar “Vicioso” y !vaya si lo era!. Al parecer le encantaban los libros como a ella y al llegar a su casa, se vistió por entero de cuero negro y quiso recrear escenas de algunos de ellos. Esos de estilo vondage que tanto gustan a Liz y a los que yo no acabo de pillar el gusto. De repente todo se volvió muy surrealista y no paraba de enseñarnos marcas que tenía por todo el cuerpo, de ataduras, de esposas, bueno...si ella se había divertido, de eso se trataba ¿no? Y yo tan contenta que estaba con mi clásico chupetón en el cuello.

Aunque tuve que dejarles claro, que mi Nathan era de todo menos un clásico, que al misionero no le vimos ni de lejos, y que además de todo eso, me había hecho reír.

Nathan, el hippi y Vicioso, fueron nuestras primeras conquistas del verano. Y he de reconocer, aquí, por escrito que, a pesar de todo lo que pactamos y prometimos, volvimos a verles. Repetimos con ellos. Yo hasta salí socialmente con el mío, ya sabéis, al cine, a cenar, a patinar y todas esas tonterías que se supone que no haces con un tío de una noche pero, ¿qué le voy a hacer si soy una romántica?

Finalmente gané el pulso a David, cuando más despreocupaba estaba, cuando solo me limitaba a responder a sus mensajes si era él quien los enviaba primero, cuando siempre estaba ocupada para quedar con él o que nos viéramos. Así, sin más, de la noche a la mañana, como quien no quiere la cosa , él regresó a mí. Y lo hizo de una forma que me hizo entender su postura anterior.

Entendí, después de mucho tiempo de sufrir y llorar por él, que nuestros sentimientos le vinieron grandes. Qué quizás él nunca pensó que yo pudiera enamorarme como lo hice.

Yo sabía que en algún momento de nuestra rara e intensa amistad él había querido que fuéramos algo más, solo que en ese momento quizás yo no estaba receptiva, también sé que mucho más tarde fui yo la que quiso ir más lejos y entonces él, no estaba por la labor.

Es triste pero, al menos románticamente, nunca estuvimos en la misma página del libro.
                   

                             LISA.  (junio 2013) 






PD: Recordar queridos lectores que estas historias son tan solo producto de mi imaginación y mis musas rebeldes que vienen y van.