miércoles, 21 de agosto de 2013

Aceptando decisiones


¿Cuántas veces tiene una persona que equivocarse hasta que encuentra a su media naranja? ¿Existe realmente una mitad perfecta para cada uno? Si me he equivocado tantas veces, ¿porqué lo sigo intentando? ¿Soy masoquista?

Todas estás preguntas saltan dentro de mi cabeza desde que, hace unas semanas rompí mi, hasta entonces, idílica relación con Nathan el simpático.

¿Os acordáis? Le conocí en una noche del verano pasado. Una noche en la que mis amigas y yo habíamos planeado simplemente encontrar un revolcón para pasar unas horas. Pero no contaba con que el mío fuera a ser un hombre encantador, que me enganchó rápidamente a su forma de ser, que me hizo olvidar mi no relación enfermiza con David durante el tiempo que estuvimos juntos.
11 meses. Once maravillosos meses que pasé a su lado. Nathan era un hombre divertido, sin grandes problemas, sin muchos agobios, exitoso en su trabajo y generoso con los demás. A mí, me ganó en unas horas y a mis amigas se las metió en el bolsillo en un par de días. Era genial.

¿Qué salió mal? Si tuviera un euro por cada vez que me he hecho esa pregunta, sería rica, riquísima. No lo sé. Sam piensa que se nos apagó la llama, que nuestra relación se convirtió en rutina, que dejó de ser una novedad y pasó a ser una más de tantas...Pero no sé si tendrá razón. Nada con Nathan era rutinario.
Pasábamos días de ensueño en carísimos spa de lujo, hacíamos escapadas de fin de semana a lugares preciosos. Era atento, un amante complaciente e imaginativo entre las sábanas, cada uno de nuestros encuentros íntimos era completamente diferente al anterior. ¿Rutina? No supe lo que significaba esa palabra en los últimos once meses.
Pero entonces le llegó una gran oferta de trabajo. Su editorial iba a abrir una nueva sucursal en Dublín y querían que él estuviera al frente. Entonces se nos planteó la gran encrucijada. ¿Le quería tanto como para irme tras él a otro país? ¿Estaba preparada para dejar mi vida, a mi familia y mis amigos por correr tras una relación? No, no lo estaba. No lo estaba cuando Nathan me lo propuso y no lo estoy ahora. Pero tampoco lo estaba para afrontar lo que su marcha supondría en mi vida.

No llegué a darme cuenta de lo muy enganchada que estaba a él hasta que se fue.
Me pasé noches enteras llorando, días sin ganas de nada. Mis amigas trataban día tras día de sacarme de casa pero no, no me apetecía. ¿Qué iba a hacer? ¿Ir a tomar capuccinos con ellas? Eso no se podía comparar a ver una mala película con Nathan en su sofá.

Sam me llamaba cada día para contarme cómo iba su nuevo romance. Lo del hippi del verano no pasó de eso, una aventura de vacaciones.

Al llegar el invierno el amor volvió a tocar en la puerta de una de mis mejores amigas. Ansiaba una vida estable, ansiaba un hombre que la amara como era, que la supiera entender, que no quisiera cortarle las alas a la mariposa que llevaba en su interior y, como sucede en los mejores cuentos de princesas, él apareció cuando menos lo esperaba.
El atractivo cocinero de su restaurante favorito le hacía ojitos desde hace mucho tiempo y un día, así, sin más, se acercó a ella y hablaron durante horas, despertando de nuevo en Sam el gusanillo, las ganas de tontear con un chico, de sonreír sin motivo, de tocarse el pelo mientras él la mira embelesado.
Kevin era un latino auténtico, era guapo y galante y sabía cómo conquistar a una mujer por el oído, y por el estómago.
Yo andaba un poco perdida y tardé en conocerle, pero a Liz le gustaba mucho. Le maravillaba la forma en que trataba a Sam y lo feliz que lucía ella a su lado. Le tocó esta vez, darle el visto bueno y mejor, yo ya la había pifiado una vez.

En cuanto a Liz. Su historia con el vicioso veraniego se volvió un tanto rocambolesca y ella acabó por cortar por lo sano cuando le propuso que se uniera a su aquelarre de vampiros.
Entonces decidió que era mejor dejarse ir. Que no quería a más tipos raros en su vida. Se centró en su negocio, en su familia, y en nosotras. Hasta que un día, sin más un enigmático moreno de profundos ojos negros cruzó el umbral de su librería.
Adam era el hombre más alto que habíamos visto, en directo, nunca. Me imagino que debía medir por lo menos dos metros. Y era fuerte, de ancha espalda y modelados bíceps. Tenía un atractivo casi animal. Parecía que sería capaz de morderte solo por decirle “hola” en un tono un poco alto. Era posesivo y rudo pero resultó ser un trozo de pan. Sí queridos lectores, un trozo de un riquísimo pan.

Adam el salvaje resultó ser un padre de familia. Tenía un pequeño clon suyo de seis años que se ganó rápidamente el corazón de Liz y el mío y el de Sam y el de todo el mundo con sus grandes ojos claros y su bonita sonrisa sincera.
Me enteré de todo esto ya tarde. Sam llevaba casi tres meses saliendo en serio con Kevin y Liz cerca de cuatro con Adam cuando por fin me digné a quedar con ellas en nuestra cafetería de siempre para que me tiraran de las orejas y me pusieran al día.

¿Qué impulsó el cambio? Una llamada de teléfono a la que no respondí y otra que me llegó desde un lejano país.
Me había ido de vacaciones, a regañadientes, unos días con mi familia. Descanso, lectura, desconexión, todo iba bien hasta que, los fantasmas de mi pasado salieron de nuevo a la luz.

David y yo teníamos una relación de amistad de nuevo muy cordial desde hacía casi un año. Ambos nos tragamos el orgullo y las cosas iban bien. Hasta una tarde en la que me llamó y yo, no respondí al teléfono.

En mi defensa puedo alegar que estaba en la ducha, y que todavía no estoy tan enamorada de mil móvil como para invitarle a ducharse conmigo. Imposible contestar y David, no sé porqué motivo, se lo tomó muy mal.

Y durante casi una semana no supe de él. Volví de vacaciones y me trató lo más fríamente que pudo cuando le fui a saludar a su casa. Y así día, tras días hasta que, como mismo se enfadó, que le quitó el enfado y vino a casa.

Eran un mal día para mí y llegó con su sonrisa arrogante y sus tonterías para hacerme reír como si nada hubiera pasado pero, pasó y tristemente tengo buena memoria, o al menos mejor que la de él cuando se trata de nosotros.

En esa ocasión yo estaba enfadada y eso le enfureció de nuevo y...!vuelta a un año atrás cuando apenas nos hablábamos!
Entonces cuando peor estaba, cuando más ganas tenía de romperle la cabeza contra un bloque a ese cretino ignorante de mis sentimientos, a ese que alardeaba de mejor amigo pero a la hora de la verdad había demostrado no tener ni la más mínima idea sobre mí, en ese momento sonó el teléfono.
L: ¿Diga?- respondía cautelosa al no reconocer el número.
N: !Buenos días preciosa!- y ahí estaba, tras el hilo telefónico actuando como un bálsamo para mi alma, la sensual voz de Nathan.
L: !Ey guapo!- respondió notando como mi humor cambiaba rápidamente- No esperaba tu llamada.
N: Me intereso por mis amigos ¿sabes? Y hace mucho que no sé de ti, ¿estás bíen? - su voz cargada de sincera preocupación me desestabilizó por completo.
L: Lo siento Nathan, lo siento muchísimo...fui, una completa idiota y ahora...te echo de menos.
N: Yo también a ti princesa, no llores por favor, tomaste una decisión y ya está, no te guardo rencor, todo está bien.
L: ¿Estás bien en Dublín?- pregunté cambiando rápidamente mi actitud, él no se merecía una escenita por teléfono.
N: Es una ciudad encantadora, tengo un loft impresionante con unas vistas que te encantarían nena- añadió haciéndose el chulito como sabía que me encataba.
L Sí...seguro que me gustarían y oye, ¿es cierto que sales a la calle y todos los irlandeses son morenos de ojos increíblemente azules y se parecen a Pierce Brosnan? - oí una carcajada al otro lado y no pude contener la mía propia- !No te reías! !Sabes que me encanta!
N: Siento desilusionarte pequeña, pero no...aquí el único morenazo de ojos azules soy yo.
L: !Pues vaya decepción!
N: !Oye! Qué te encantaba...
L: Y me sigues encantando...- respondí sincera.
N: Escucha Lisa, no tengo mucho tiempo, tengo que volver al trabajo solo quería saber qué estabas bien y contarte algo.
L: Dispara- ahora es cuando me decía que se había enamorado de una guapa irlandesa que podría ser la hermana gemela de Pierce Brosnan y me terminaba de romper el corazón.
N: Me voy a Estados Unidos.
L: ¿Qué? !Eso está aún más lejos que Irlanda? ¿Qué has hecho para que te destierren así Nathan?, te dije que te portaras bien.
N: Nada tonta, es un ascenso. La oficina aquí está casi lista y me mandan a montar otra en Nueva York.
L: Uau...¿Nueva York? ¿En serio? !Ya me avisarás cuando seas tú quien publique los libros de Richard Castle!- dije bromeando para quitarle hierro al asunto- Me alegro muchísimo por ti, te lo mereces, eres uno de los mejores editores que conozco, tal vez un día me publique tu editorial un libro.
N: Sabes que lo haría ya mismo, siempre me ha parecido que eres muy buena.
L Y tú sabes que aún no estoy en ese punto, me gusta lo que hago.
N: Bueno...cuando quieras...y nena, sabes que Richard Castle no existe por más que digas que tú has leído sus libros- respondió siguiendo mi broma- y cuando quieras puedes venir a verme a dónde quiera que esté...voy a estar unos días ahí..tengo que pasar por la central a por unos papeles y...¿te gustaría que nos viéramos?
L: ¿De eso se trata? ¿Vas a estar en la ciudad y quieres un revolcón? - dije pícaramente y !Dios cómo me apetecía!
N: No...sabes que no, solo es que, necesito verte...pero si ya estás con alguien o sigues queriendo ser una chica mala y meterte en la cama cada día de uno diferente o lo que sea yo...lo entenderé.
L: No hay nadie...tranquilo, yo también quiero verte. Estos meses han sido un infierno.
N: ¿Te aviso entonces?
L Claro...te espero y Nathan...- le dije antes de colgar- Yo te quería eso solo qué...

Y así, súbitamente y como pasan las cosas que no esperas, de la misma forma que Sam se enamoró del cocinero de su restaurante favorito y Liz encontró a un hombre maravilloso con cara de perro rabioso, yo lo supe. Supe porqué no me había a Irlanda con el hombre más maravilloso que se había cruzado en mi camino.

No estaba preparada para renunciar a mi independencia. A ese estado de plenitud que tanto me había costado conseguir. Siendo la pequeña de una gran familia siempre estuve muy arropada, muy protegida. No podía dar ni un paso sin que alguien estuviera ahí pendiente de que no me cayera. De que no cometiera ningún error, de que no me hicieran daño.
Había estado durante mucho tiempo en una enorme burbuja de metraquilato. Rodeada de mucha gente, sobre protegida en exceso hasta que me rebelé y grité !!se acabó!!.
Tenía un trabajo que no me reportaba grandes ingresos pero sí los suficientes para alquilar un apartamento pequeño, pequeñísimo, y comenzar a vivir mi propia vida.

Me costó muchos años aprender a conocerme a mí misma, perfilar mi propio carácter sin las influencias de las enseñanzas que tenía tan arraigadas. Me costó, pero finalmente lo conseguí.

Por eso me asusté cuando Nathan me propuso irme con él. Yo en Irlanda no tenía nada, no tenía trabajo, y si lo conseguía sería trabajando con o para él. No tenía casa,a o sí, un loft impresionante con unas vistas maravillosas, pero sería SU loft, no el mío.

Y por mucho que lo quisiera y por muy gratificante que fuera estar con él, no estaba preparada para volver a perderme en otra persona que no fuera yo misma.

La llamada de Nathan me hizo recapacitar. Me dio alegría y fuerza. Seríamos amigos, buenos amigos con beneficio cada vez que él estuviera por aquí y los dos estuviéramos libres.

Mientras...quedé con las chicas, aguanté la bronca, me pusieron al día e hicimos planes. Ellas querían ayudarme a encontrar a un nuevo amante esporádico pero yo prefería estar tranquila un tiempo, disfrutar de encuentros casuales cuando Nathan estuviera por aquí o yo fuera a verle y si aparecía algo, bien pero no iba a buscarlo. Ya no más.
Me cansé de la eterna búsqueda de la media naranja, de hacerme ilusiones que después yo misma me encargaba de matar. Quería disfrutar de mi independencia, de estar conmigo misma, visitar a mi familia y estar con mis amigas. Ahora mismo no necesitaba a ningún hombre en mi vida.


                                               Agosto 2013 Lisa




PD: Como siempre digo, estas historias que escribo son en parte realidad y en parte ficción, aunque si tuviera que hacer un porcentaje diría que son 90% ficción 10% realidad, si alguien al leerlo se siente identificado con algún personaje o situación o tiende a darse por aludido, no es cosa mia, no está en mi mano controlar a mis lectores.