domingo, 22 de junio de 2014

Superando asignaturas pendientes.


Lisa trae de la mano en esta ocasión a dos nuevas amigas. Nuevas para sus lectores porque en realidad, Jill y Tiff son sus amigas más viejas, no de edad, si no por el tiempo que hace que llevan en su vida. Son sus amigas, de toda la vida. 

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  Siempre había oído decir eso de “la venganza es un plato que se sirve frío” pero nunca había podido comprobar, por mí misma, lo bien que se siente una cuando tiene la posibilidad de comprobarlo en sus propias carnes.

Tengo treinta años y por lo tanto a lo largo de mi vida hay muchas personas que han pasado y me han hecho daño, amigos, novios, amantes, profesores capullos, actores que abandonaron mis series favoritas, futbolistas que se cambiaban de equipo sin importarles el sentimiento ni los colores, pero sin duda nadie me había hecho nunca tanto daño como Clark...
En honor a la verdad he de reconocer que ese no era su verdadero nombre, solo uno que mis amigas y yo le pusimos para poder hablar de él sin que lo supiera y que hoy he decidido rescatar del baúl de los recuerdos porque, aunque he disfrutado muchísimo de la venganza, tampoco me gusta hacer leña del árbol caído.

Todo empezó hace muchos, muchos años. Tantos que tengo que pararme a hacer la resta. Descontar mentalmente...mejor con los dedos...casi mejor la calculadora...14 años sí. Ésta bien podría haber sido una historia de esas bonitas de las series de Disney Channel donde una chica perfecta se enamora de un chico perfecto, cantan por los pasillos del instituto, con dos amigas y un par de amigos, pero no, no es de esas. En este caso, la chica no era perfecta y él era demasiado superficial.

Clark y yo nos hicimos amigos casi inseparables cuando cursábamos la secundaria, el bachillerato fue inolvidable. Pero yo era una niña ingenua, insegura y más bien poco agraciada y a él le gustaban las chicas rubias, de ojos azules y cuerpos de impresión. Nunca fui más que su amiga,y eso me destrozaba cada día.
Sin saberlo él mismo alimentaba mi tonta fantasía, siendo cada día más amable y más simpático al mismo tiempo que me rompía el corazón cada vez que me contaba que le gustaba tal o cual fulana...(quizás eran todas santas pero ante mis ojos eran todas unas fulanas).

Mis amigas eran siempre mi paño de lágrimas en aquella época. Los adolescentes ya de por sí tienen una extraña tendencia a estar siempre deprimidos y yo no era una excepción, mi vida me parecía una mierda, y ellas siempre estaban al pie del cañón: Tiff y Jill eran, y siguen siendo, dos de mis pilares básicos, a veces no sé cómo lo hacemos, pero lo hacemos. Aún hoy cuando la vida nos ha llevado por diferentes derroteros, siempre conseguimos hacer que funcione. “Porque es real” Me dicen. Y sé que tienen razón.

Me centro. Tiff y Jill vivieron conmigo toda las etapas de mi no relación con Clark, cuando fuimos grandes amigos y cuando nos distanciamos por la ley natural de la vida. Y por eso, cuando un día las llamé para vernos y les conté, que, 14 años después, había conseguido, sin proponermelo, vengarme de él por haberle roto el corazón a la pequeña e indefensa Lisa, no se lo podían creer. Como hace un rato que perdí el hilo de la narración, voy a empezar de nuevo...

Todo comenzó en una nueva noche de verano cuando, como cada año, Sam, Liz y yo, salíamos juntas para inaugurar la temporada estival.
Sam llevaba una temporada muy tranquila. La llegada de Kevin a su vida había supuesto justo el cambio que ella necesitaba, él le había aportado la combinación perfecta entre estabilidad y libertad que ella necesitaba en su vida. Le daba cariño, la apoyaba cuando más lo necesitaba. La verdad es que era un sol que nos tenía el corazón ganado a todas y no solo por cómo trataba a nuestra amiga, si no por como era con todas nosotras. Nos aguantaba estoicamente metidas en su casa hasta las tantas los fines de semana bebiendo, riendo y criticando a los de su género, además claro, cocinaba para nosotras. Kevin era el novio que toda chica quiere para su mejor amiga.

A pesar de la estabilidad “conyugal”, Sam no faltó a nuestra tradicional cita veraniega. Enfundada en unos vaqueros súper ceñidos que le hacían un tipo de infarto con unos tacones de vértigo, que no necesitaba, y un top que dejaba toda su espalda al descubierto, y el pelo suelto, mi amiga llamaba la atención de todos los hombres en la discoteca, a los que, rechazaba con su natural forma de hacerse la interesante, después de un baile de sí pero no que estoy loca por mi churri.
Liz había estado saliendo con Adam durante una temporada bastante larga, pero el corazón de mi amiga se había vuelto bastante inquieto y el joven con cara de perro y corazón de peluche y su hijo eran demasiado tranquilos para ella. Después de su ruptura, y una recuperación extraordinariamente rápida desde mi punto de vista, había tenido un par de ligues y amantes ocasionales, chicos que conocía de la librería, y alguno que otro que no quiso contarnos de dónde había conocido, mi teoría era que de Internet, y que lo negaba porque siempre renegaba de esas cosas y Sam decía que se había escrito en una agencia matrimonial y le daba vergüenza reconocerlo, es algo que se llevará a la tumba...supongo. Se había vestido para la ocasión con una mini falda que dejaba poco a la imaginación y una blusa con un escote más que generoso y unos tacones enormes también ¿pero qué les pasaba esta noche con los zapatos? Así que esta noche éramos dos de caza.

Bueno...realmente no. Yo no estaba por la labor. Después de mi ruptura con Nathan no me habían quedado muchas ganas de volver a la caza. Él iba y venía y siempre que pasaba por aquí nos veíamos. Y había quedado un par de veces para tomar algo y charlar con algunos amigos, para ir al cine con un chico al que conocí en un coloquio sobre periodismo, pero nada interesante. Nada hasta esta noche.

Después de haberme pasado tres días delante del ordenador intentando escribir algo decente que entregarle a mi jefe, según Sam si no volvía a estar en la honda amorosa no volverían mis escapadas y traidoras musas, mis cansados ojos divisaron en la barra una cara que me llamó poderosamente la atención.
Puede que hubieran pasado muchos años desde la última vez que le vi pero nunca jamás olvidaría aquellos ojos negros que me habían enamorado cuando tenía 16 años...nunca.
Noté como un calambrazo me recorría la espalda de arriba abajo y como se tensaba todo mi cuerpo. Me quedé rígida como una tabla de madera. La respiración se me agitó y comenzaron a sudarme las manos.

  • ¿Nena qué pasa?- preguntó Liz mirándome asombrada, intuyo que, a pesar del quilo y medio de maquillaje que Sam me había puesto debía estar pálida.
  • Es...es...- no conseguía que su nombre saliera de mis labios- Es él- !estupendo! ¿qué tenía? ¿16 años otra vez? Y estaba en esa fase de mi enamoramiento en la que no podía decir su nombre.
  • ¿Él quién Lisa? ¿David? !No me jodas si nunca sale de fiesta!- increpó Sam.
  • !Querrás decir que no sale con ella...!- corrigió Liz.
  • !No! David no...- ¿Quién le ha dado a David vela en este entierro?, pensé nerviosa...- !CLARK!- les grité, pero ellas no tenían ni idea...Clark era de mi época anterior a Sam y Liz, sobre Clark, solo Jill y Tiff sabían...ni corta ni perezosa saqué el móvil del bolso ante la atónita mirada de mis amigas y mandé un WhatsApp “Acabo de encontrarme a Clark en una discoteca, siento que no puedo ni moverme, me siento trasportada a aquella época como en una de esas pelis de sábado por la tarde, atrapada en el pasado, odio que aún me ponga en este estado”. - Ellas lo entenderán- dije.
  • Y nosotras si nos explicaras quién es...
  • Mi primer amor, mi primer fracaso a decir verdad, el que me rompió el corazón...
  • ¿Tú primer amor no era David? - quiso saber Sam.
  • No Sam...hay vida en mi vida antes de David...y después y durante...y !!deja a David vale!!- le reñí- Es lo que menos necesito ahora.
  • ¿Y qué vas a hacer?- quiso saber Liz.
  • ¿Cómo qué que va a hacer? Va a calentarle y después dejarle tirado...si te rompió el corazón Lisa, y llevas tanto tiempo con eso dentro, ha llegado la hora de vengarse- Sam me miró de arriba abajo y sonrió, la verdad es que esa noche iba monísima.

Me había puesto un vestido corto de verano, negro, ajustado, tanto que parecía una segunda piel, con escote palabra de honor y el pelo recogido en un moño alto, elegante, con pendiente largos y un bonito collar rígido en color azul que me había regalado Tiff para mi cumpleaños y sandalias negras.

  • Estás guapísima pero ponte esto- me dijo quitándose sus tacones de vértigo.
  • Ni lo sueñes, ¿qué quieres? ¿qué me mate? Hace siglos que no me subo a unos tacones, además a no ser que haya pegado un estirón lo recuerdo bajito.
  • !Mejor! Se trata de humillarle...¿porqué te rompió el corazón?- preguntó imaginando la respuesta.
  • Yo era fea supongo...
  • !Lo suponía!- agregó Liz.
  • Gracias amiga.
  • !No mujer! Es porque a esas edades son todos así....seguro que en verdad eras mona...
  • No...no lo era pero bueno...- les conté un poco por encima mientras Sam me ayudaba con sus zapatos y Liz a tomarme la copa que me habían pedido para que me envalentonara.
  • Suerte...

Miré el móvil y tenía mensajes de Jill y Tiff: “Diviértete y no dejes que te controle”, decía la primera, siempre mi conciencia. “Pasa de él, no te merece” Contestaba Tiff siempre tan buena. !Las adoraba! “Nos vemos mañana en casa de Jill y les cuento, creo que voy a hacer una locura, pero lo necesito, las quiero” Y sin más me acerqué a él.


Como realmente sería darle a la noche más importancia de la que tuvo, solo contaré que el “calentarle un poco” para después dejarle tirado acabó con Clark y yo empotrados contra la pared del baño de la discoteca haciendo algo más que calentarnos.

Mi ego sufrió un subidón que no pude controlar cuando me di cuenta que tenía que levantar la cabeza para mirarme, cuando me tuvo que pedir que nos sentáramos en los sillones de la discoteca para poder besarme. Realmente era bajito...no sé si por los tacones de Sam o porque entre los 16 y los 30 yo había pegado otro estirón del que no había tenido constancia pero Clark, me quedaba pequeño.

La situación se me fue de las manos cuando la adrenalina se me juntó con el alcohol. Cuando esos ojos negros con los que soñé durante años casi se salieron de sus órbitas al verme, y no reconocerme.
Después de los primeros besos en los sofás, los magreos, me susurró al oído en que no podía más y escuché en mi interior la voz de la Lisa de 16 años que me gritaba: “hazlo por mi” mientras que en mi cabeza, la Lisa de 30 me decía “ni se te ocurra, loca”...la eterna lucha entre cabeza y corazón otra vez, Booth y Brennan de nuevo pero !qué narices! !si hasta ellos habían acabado liados!

Así que pasé de mi “yo de 30” y me convertí en mi “yo de 16” y por un rato, volví a estar enamorada de esa rata a la que le gustaban las chicas guapas del instituto a, las que no podía aspirar, en vez de la feucha que se sentaba a su lado cada día y le canturreaba canciones al oído con la esperanza de que captara el mensaje.

Y pasó....pasó contra la pared en el baño de una discoteca como si realmente fuéramos un par de adolescentes que no tuviéramos un lugar dónde hacerlo pero me dio igual. Cuando salimos de allí me invitó a ir a su casa y acepté, solo que, al llegar a la calle decidí poner fin a la farsa. No iba a estar jugando a ser una niña durante más tiempo. Me paré, solté su mano, le miré a los ojos y le dije.

  • ¿De verdad no sabes quién soy o estás haciéndote el loco?
  • ¿Debería? ¿No acabamos de conocernos hace unas horas ahí dentro preciosa?- estupendo pensé, los años le habían vuelto imbécil, él, que aspiraba a algo grande en la vida.
  • !Qué pena...no debía dejarte copiar los deberes, a lo mejor así habrías llegado a ser más inteligente y tener mejor memoria...- y entonces sus ojos, que por cierto seguían siendo preciosos, se abrieron de par en par, él solo copiaba los deberes de mí, no se fiaba de nadie más decía.
  • ¿Lisa?- preguntó y noté cómo le temblaba la voz.
  • Yo misma...¿qué, sorprendido? Parece que el patito feo se convirtió en cisne...
  • !!Y qué lo digas!!- exclamó frotándose las manos- !!Estás buenísima!!, bueno y ahora...¿sigue en pie lo de mi casa?
  • No...no sigue...
  • ¿Porqué? Incluso he pensando que podríamos vernos más seguido...salir, charlar, eso es lo que siempre has querido ¿no? Pues mira...tanto esperar- lo que yo decía, tanto dejarle copiar y se había vuelto imbécil, me reí a carcajadas en su cara.
  • ¿Esperar? ¿Qué crees que he estado esperando por ti los últimos catorce años casta y pura? ¿Te crees que eres el primer idiota al que seduzco y me tiro en el baño de una discoteca?- pregunté...¿y esa forma de hablar? Sin querer miré mis molidos pies, seguro que los zapatos de Sam tenían un hechizo- Pobre tonto...si ya lo decía el profe de mates aquella época...que no se podía esperar mucho de ti.
  • !Oye que tú tampoco eras buena en mates!- me encaró con poca gracia.
  • Pero lo era en todo lo demás pequeñajo, por eso me copiabas y ¿sabes qué? Qué tú eras mi única asignatura pendiente de esa época y acabo de aprobarla así que...bye bye pasado- y sin más me di la vuelta muy digna, o todo lo digna que pude con esos zapatos asesinos que llevaba y me fui.

Antes de irme a la cama mandé un par de mensajes a todas las chicas: misión cumplida, ya os cuento.

Lo normal tras una noche así habría sido quedar con Liz y Sam para intercambiar batallitas pero en esta ocasión no. En esta ocasión recogí a Tiff y nos fuimos las dos a casa de Jill.
  • Chicas llegáis justo a tiempo, Jason acaba de salir con la niña de paseo- nos dijo después de los saludos.
  • ¿En serio? ¿Me estás queriendo decir que no voy a ver a mi sobrina?- le pregunté con la voz chillona fingiendo un enfado que no sentía- Esto es para ella- dije tendiéndole una bolsa de juguetería y tras de mí Tiff hizo lo mismo.
  • ¿Más juguetes? !Me la malcriáis!
  • !Para eso somos sus tías! - le contestó Tiffani- ¿Van a tardar en volver del paseo?- la pequeña de Jill nos tenía locas a las dos.
  • Un rato...Lisa dijo que nos tenía que contar una historia muy fuerte y no es plan...que es muy pequeña...pero cuando acabe el cotilleo le doy un toque a Jason y que venga y ahora desembucha que luego te dispersas, ya tengo el café.
  • !Qué bonitas las cortinas nuevas!- exclamé siempre me había dado vergüenza hablar de según que cosas, aunque fuera con mis amigas de toda la vida.
  • Si sí- dijo Tiff, mordisqueando una galleta- preciosas, pero al grano Lisa que no tenga que leer lo que pasó después en tu columna...dispara.
  • Está bien...me tiré a Clark- dije con una sonrisa mirando mis pies sí...me había vuelto a poner los zapatos mágicos de Sam.

Hablé y les conté todo lo que pasó, cómo me había quitado la espina clavada y sentía que había superado mi asignatura pendiente. Ellas se lo tomaron primero con cierta preocupación por mi, temían que esto me hiciera caer en una especie de enganche raro, algo así como un Síndrome de Estocolmo que me mantuviera atada al recuerdo del adolescente al que amé idealizado unido al hombre con el que estuve.

Pero les dije que perdieran el miedo, que el hombre con el que estuve no llegaba a la suela de los zapatos a otros hombres con los que había estado. Y entonces se rieron.

Seguimos cotilleando toda la tarde, nos reímos, recordamos anécdotas, nos pusimos al día, nos reñimos por no hacer esto más a menudos, llegó Jason con la peque y la mimamos un rato, cuando volví a casa recibí un mensaje.

Después de un fin de semana en el que había estado con todas mis mejores amigas, en el que había cerrado de una patada, subida en unos altos tacones, la puerta de mi pasado y en el que me había divertido mucho, Nathan estaba de visita y quería verme. ¿Qué más se podía pedir parar empezar una semana con una enorme sonrisa?


Lisa, junio 2014


PD: Como siempre me gusta aclarar, las columnas de Lisa y sus amigas tienen un poco de todos, fantasía, realidad, vivencias propias, personajes que invento por entero, otros que invento basados en gente que conozco...siempre me gusta decir que espero que nadie se sienta ofendido y que si alguien se da por aludido sea para bien.

En este caso concreto yo diría que el porcentaje queda 97% fantasía 3% realidad, así que si alguien se da por aludido es producto de SU imaginación, no de la mía. 

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